lunes, 24 de noviembre de 2014

Gran Cañón, maravilla natural - (martes, 09 de septiembre de 2014)




La alarma, programada a las 04.15 am, no llega a sonar porque nos despertamos antes. Lo primero que hacemos es asomarnos a la ventana y ratificar que ha llovido bastante; así lo denotan los charcos de agua en el suelo. A continuación chequeamos el pronóstico del tiempo que sigue siendo desalentador. No obstante convenzo a María; ya que estamos despiertos vamos a aprovechar la jornada. Abandonamos la cabaña después de meter algo de alimento en el cuerpo y repetimos el ya conocido camino hacia la entrada del parque.

Accedemos con normalidad y, gracias a los mapas que llevamos, atinamos con razonable rapidez a dejar el coche en el aparcamiento del Visitor Center, lo más próximo que podemos al camino que conduce hasta el mirador de Mather Point. Caminamos un rato y nos sorprende ver como no somos los únicos que, a la luz del crepúsculo, buscamos un sitio donde ver el amanecer. En el mirador ya hay gente que espera, pero no en gran cantidad. Al rato de estar allí la paz se acaba, llega una horda de turistas orientales.

A pesar de todo al menos sigue sin llover. Las nubes cubren el cielo en su totalidad aunque parecen tener menor cobertura en algunas zonas. Observamos un amanecer anodino, sin que la fuerza de los rayos del sol acabe por decidirse a atravesar el manto de nubes. Aún así nos permite apreciar el fondo del cañón y su lado opuesto. La visibilidad no es mala del todo, o al menos intentamos autoconvencernos de ello, aunque es una lástima no poder presenciar la paleta de colores que muestra el Gran Cañón en amaneceres limpios.


Después de un rato prudencial todos los allí presentes empezamos a abandonar paulatinamente el enclave en busca de nuevas ocupaciones. En nuestro caso desandamos el camino que hicimos con anterioridad para tomar el shuttle de la línea naranja que nos lleva al mirador de South Kaibab Trail. Aquí comienza uno de los senderos que descienden al fondo del cañón y aunque nuestra intención no es tan ambiciosa sí que tenemos en mente llegar hasta el Ooh-Aah-Point para disponer de una perspectiva distinta.

Aunque suene raro decirlo, la fortuna nos sigue sonriendo porque el pronóstico del tiempo está errando por ahora, y a pesar de la nubosidad, no hay atisbo de lluvia. Caminamos en sentido descendente hasta que el gran orificio del cañón nos engulle. Nuestra única preocupación es sortear las heces de mula que salpican el camino; esas mulas que hacen excursiones con turistas allí abajo por dónde discurre el río Colorado. Un viento inusitado comienza a soplar justo cuando llegamos al Ooh-Aah-Point, punto donde el cañón se ensancha y penetran las corrientes de aire.


El viento es tan fuerte que puede llegar a hacer perder el equilibrio a las personas. En el mencionado punto un par de senderistas se parapetan junto al farallón de piedra, mientras se pertrechan de ropa técnica que les permita continuar el descenso. Un hombre irrumpe en la escena, viene desde abajo y remonta caminando hacia el borde superior del cañón. Después de un rato de “descanso” en el lugar, iniciamos el retorno y nos cruzamos con gente que realiza el descenso, incluso lo hacemos con voluntarios que asisten a los rangers en la tarea de controlar y patrullar lo que en el parque sucede.



A medida que ganamos altura el viento va desapareciendo y así lo constatamos cuando llegamos montados en el bus al mirador de Yaki Point, último punto de la línea naranja del shuttle. De lo que hemos visto por el momento es el mirador que más nos gusta por la amplitud de horizonte y del cañón que desde el se abarca. En el autobús coincidimos con el hombre que hemos visto en Ooh-Aah-Point y nos confirma que madrugó mucho y llegó hasta un punto más bajo (Cedar Rigde), pero que el viento en algunas zonas era terrible.




Seguimos aprovechando el continuo tránsito de autobuses de la línea naranja para deshacer el camino hacia el Visitor Center y de paso parar en el mirador Pipe Creek Vista. Aparte de monumentales vistas de cortes verticales del terreno que parecen ser engullidos por el abismo del cañón, somos testigos de la temeridad de un grupo de personas que se encaraman en posiciones cercanas al precipicio. A un grupo de japoneses, cámara fotográfica en mano, les resulta atrayente este hecho y fijan sus objetivos en los alocados modelos.




Somos conscientes de que rachas de tanta virulencia ponen en duda el vuelo en helicóptero que tenemos en nuestra agenda apenas dentro de hora y media. Aún así tenemos que hacer acto de presencia en Papillon (una de las empresas que operan vuelos de helicóptero en el cañón). Cogemos el coche y hacia allí nos dirigimos. El no ver ningún aparato despegando o aterrizando no es un buen indicio y lo confirmamos al aparcar frente a las oficinas de la empresa y ver todas sus aeronaves en tierra. En efecto, los vuelos de hoy están siendo reprogramados para otras horas a la espera de una mejoría de la visibilidad. Es la justificación que nos dan para que los helicópteros no vuelen. También nos ofrecen el reembolso del importe de los vuelos. Como nos ofrecen reprogramar para dentro de una hora y media, aceptamos y en ese entretiempo pasamos por el McDonalds de Tusayan para desayunar algo, que ya hace muchas horas que estamos despiertos.

Volvemos a las oficinas y nos indican que las condiciones se mantienen y que podemos optar por las dos opciones anteriores. Decidimos reprogramar por si hubiera suerte, para las 14.30 pm, y así tenemos tiempo de hacer la ruta roja del shuttle que el día anterior habíamos visto solo parcialmente. En esta ocasión podemos aparcar en la zona de Bright Angel Lodge y descender caminando en un par de minutos hasta la cabecera de la línea roja; una gran muchedumbre aguarda en fila a la espera del autobús. Comienza a llover con insistencia y parece que se hace la noche con tanto nubarrón.

Llegan autobuses desde el final de la ruta y los conductores dejan a los pasajeros que vienen desde los distintos miradores a la vez que explican a la gente de la parada que no van a coger pasajeros, al menos hasta que puedan “rescatar” a todos los visitantes que están en puntos intermedios de la ruta sin refugio ante la lluvia. Ante este panorama mucha gente que aguarda en la parada desiste y la abandona y además la lluvia arrecia. Meditamos por un momento, con estas condiciones los vuelos no van a despegar, así que tampoco tenemos más opciones que esperar en la parada a que el tiempo aclare.

Y tenemos suerte porque media hora más tarde y tres autobuses después, deja de llover y se empiezan a abrir algunos claros en el cielo. Llega nuestro turno e iniciamos la ruta roja; nos apeamos en el Trailview Overlook, desde aquí se aprecia, centenares de metros más abajo, el trazado del Bright Angel Trail, otra caminata que permite el descenso al fondo del cañón. Como ha dejado de llover queremos experimentar lo que se siente al caminar al borde del Grand Cañón y recorremos a pie el tramo que nos separa del siguiente mirador, el Maricopa Point. Después de observar las distintas y bonitas perspectivas que ofrece el mirador tomamos el bus que nos conduce hasta Powell Point.

En este punto tenemos la fortuna de apreciar un fenómeno climatológico que aunque sucede de vez en cuando no resulta del todo anormal. Lo que sí es más bizarro (al menos para nosotros) es poder divisar un arco iris completo en el fondo del Gran Cañón. Nos parece espectacular. La ruta roja nos lleva a las siguientes paradas donde también nos apeamos para poder contemplar distintos puntos de vista de este fenómeno de la naturaleza. Por este orden nos detenemos en Mohave Point (desde aquí se puede apreciar el río Colorado en su discurrir por el fondo del cañón), en The Abyss (aquí tomamos un tentempié con unas vistas de escándalo), en Pima Point (nos saltamos el mirador intermedio de Monument Creek Vista) y en Hermits Rest. Aquí caminamos unos metros hasta el refugio de madera que hace las veces de tienda de souvenirs y de cafetería y que pone finl al Rim Trail.







Llega el momento de deshacer el camino y cogemos el bus que nos llevará hasta la cabecera de la ruta dónde aparcamos nuestro coche; la vuelta es más rápida porque solamente para en 3 de los miradores de la ida. Parece que el cielo quiere dar una tregua y los paños de color azul ganan terreno a las nubes lo que hace que nos esperancemos de cara al vuelo en helicóptero. Pero llegamos a Papillon y la respuesta vuelve a ser la misma. Si queremos nos pueden reprogramar el vuelo, para una hora más tarde. Miramos la sala de espera, es una mezcla de viajeros desencantados y personal de tierra de Papillon que lucha contra la desidia y la inactividad de la jornada. Como no hemos comido nada decidimos hacerlo allí y dar una última oportunidad al tema del helicóptero, pero la agonía no se dilata demasiado. A las 15.15 pm la empresa emite un comunicado diciendo que el resto de vuelos para el día de hoy se cancelan para desánimo de todos los presentes. Lo curioso del tema es que en el exterior se ve gran parte del cielo azul, y por el contrario, la empresa esgrime que hay muchas nubes para poder volar; supongo que no querrán hacer vuelos que impidan ver el cañón al completo y así evitar quejas de los usuarios. Y además es cierto que en las pocas millas que separan el aeropuerto del Gran Cañón el clima puede cambiar drásticamente.

El tema es que nos quedamos sin helicóptero y aunque yo me lo tomo con filosofía (supongo que porque lo llevaba asimilando toda la jornada) a María le sienta peor así que tengo que recurrir al tópico que algún día puede tornarse en realidad “ya tenemos excusa para volver”. Tratamos de ser positivos, hemos visto la parte del cañón cubierta por la línea naranja del bus, también la de la roja. Tenemos aún varias horas de luz para ver la Desert View, no llueve y parece que además tendremos sol. Al volver al recinto del parque dos hileras de coches se amontonan en ambos arcenes, nosotros hacemos lo propio. El objetivo es aproximarse y ver de cerca a varios ejemplares de elk (también llamo wapiti) que deambulan por la zona impasibles ante la evidente presencia humana.





Y justamente eso hacemos. Conducimos por la carretera Desert View y hacemos una primera parada en Grandview Point. El sol permite que las nubes algodonosas dispersas proyecten su sombra sobre el cañón y la morfología y colores del mismo aparentemente vayan cambiando. Todo ello conforma un espectáculo digno de ser visto. Cogemos de nuevo el coche y nos desplazamos hasta Moran Point donde hacemos otra nueva parada antes de proseguir hacia el este.

En el mirador de Lipan Point nos detenemos para presenciar la puesta de sol. Al menos el clima nos respeta y nos da la oportunidad de ver como el disco anaranjado se oculta tras el horizonte a medida que sus últimos y débiles rayos bañan de colores cálidos las paredes del cañón. En el fondo de la gran grieta vemos el río Colorado, impasible a todos nuestros avatares sigue horadando de manera incansable el lecho por el que fluye. Disfrutamos con calma del momento.




Con la última claridad del crepúsculo llegamos al área de Desert View donde justo acaban de apagar la luz en lo alto de la torre de los Anasazi, así que nos quedamos sin subir, pero tampoco nos importa mucho. Nos acercamos al mirador para captar con la escasa luz el bonito perfil que dibuja el cañón en este rincón, mucho menos encajonado. Abandonamos el lugar con la visión justa para saber por dónde pisamos, parada en los aseos y a coger el coche rumbo a Page donde pernoctaremos.

El camino, de unas dos horas, lo hacemos de noche así que hay pocas cosas reseñables. Si acaso que vemos deambular un par de zorros por las cunetas de la solitaria carretera y que el cansancio (nos habíamos levantado a las 04.15 am) comienza a causar estragos. María da cabezazos en el asiento del copiloto mientras apuro tragos de Dr Pepper en busca de la cafeína que me mantenga alerta. Y después de una larga “travesía” en la que las millas en el GPS apenas parecen avanzar, se hace visible ante nosotros algo que inequívocamente nos dice que estamos cerca del destino, las tres chimeneas de una fábrica de Page que son iluminadas por luces artificiales, haciéndolas visibles a kilómetros de distancia.

Bastante cansados llegamos al Best Western View Lake Powell de Page y comprobar las espaciosas, limpias y agradables instalaciones del hotel supone una inyección de moral. Estímulo que nos anima a acercarnos con el coche a un cercano Subway a punto de cerrar para comprar dos bocadillos y poder comérnoslos en la habitación antes de cerrar el ojo. Por suerte mañana el reloj no sonará a horas tan intempestivas como lo hizo hoy.

3 comentarios:

  1. Hola! Muchas gracias por toda la información, tu blog esta siendo de mucha ayuda a la hora de planificar nuestro viaje para este septiembre 2016. Estamos viendo para reservar el helicóptero pero no se a que hora debería cogerlo teniendo en cuenta que queremos ver primero el amanecer, tal y como hicisteis vosotros, y luego el vuelo. A que hora reservasteis vosotros (aunque finalmente no tuvisteis suerte)?. Muchísimas gracias, un saludo!

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  2. Hola Elena, me alegra que el blog os esté ayudando a vuestra planificación. Te recomiendo que veas horarios de amanecer (y atardecer) en esta web: http://www.sunrisesunset.com
    Selecciona fechas y población más cercana (Flagsaff, por ejemplo). En función de eso sabrás a qué hora debéis estar preparados para la salida del sol. Nosotros reservamos a las 11.30 horas, por si te sirve de orientación y antes de eso vimos el amanecer y algún otro mirador del parque aparte de caminar parcialmente por alguna ruta.
    Espero que tengáis más suerte con vuestro vuelo!!!

    Un saludo
    Miguel

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  3. Muchísimas gracias por tu respuesta y por este magnifico blog lleno de información útil!

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