La alarma, programada a las 04.15 am, no llega a sonar porque nos despertamos antes. Lo primero que hacemos es asomarnos a la ventana y ratificar que ha llovido bastante; así lo denotan los charcos de agua en el suelo. A continuación chequeamos el pronóstico del tiempo que sigue siendo desalentador. No obstante convenzo a María; ya que estamos despiertos vamos a aprovechar la jornada. Abandonamos la cabaña después de meter algo de alimento en el cuerpo y repetimos el ya conocido camino hacia la entrada del parque.
Accedemos con normalidad y, gracias a los
mapas que llevamos, atinamos con razonable rapidez a dejar el coche en el
aparcamiento del Visitor Center, lo más próximo que podemos al camino que
conduce hasta el mirador de Mather Point. Caminamos un rato y nos sorprende ver
como no somos los únicos que, a la luz del crepúsculo, buscamos un sitio donde
ver el amanecer. En el mirador ya hay gente que espera, pero no en gran
cantidad. Al rato de estar allí la paz se acaba, llega una horda de turistas
orientales.
A pesar de todo al menos sigue sin llover.
Las nubes cubren el cielo en su totalidad aunque parecen tener menor cobertura
en algunas zonas. Observamos un amanecer anodino, sin que la fuerza de los
rayos del sol acabe por decidirse a atravesar el manto de nubes. Aún así nos
permite apreciar el fondo del cañón y su lado opuesto. La visibilidad no es
mala del todo, o al menos intentamos autoconvencernos de ello, aunque es una
lástima no poder presenciar la paleta de colores que muestra el Gran Cañón en
amaneceres limpios.
Después de un rato prudencial todos los
allí presentes empezamos a abandonar paulatinamente el enclave en busca de
nuevas ocupaciones. En nuestro caso desandamos el camino que hicimos con
anterioridad para tomar el shuttle de la línea naranja que nos lleva al mirador
de South Kaibab Trail. Aquí comienza uno de los senderos que descienden al
fondo del cañón y aunque nuestra intención no es tan ambiciosa sí que tenemos
en mente llegar hasta el Ooh-Aah-Point para disponer de una perspectiva
distinta.
Aunque suene raro decirlo, la fortuna nos
sigue sonriendo porque el pronóstico del tiempo está errando por ahora, y a
pesar de la nubosidad, no hay atisbo de lluvia. Caminamos en sentido descendente
hasta que el gran orificio del cañón nos engulle. Nuestra única preocupación es
sortear las heces de mula que salpican el camino; esas mulas que hacen
excursiones con turistas allí abajo por dónde discurre el río Colorado. Un
viento inusitado comienza a soplar justo cuando llegamos al Ooh-Aah-Point, punto
donde el cañón se ensancha y penetran las corrientes de aire.
El viento es tan fuerte que puede llegar a
hacer perder el equilibrio a las personas. En el mencionado punto un par de
senderistas se parapetan junto al farallón de piedra, mientras se pertrechan de
ropa técnica que les permita continuar el descenso. Un hombre irrumpe en la
escena, viene desde abajo y remonta caminando hacia el borde superior del
cañón. Después de un rato de “descanso” en el lugar, iniciamos el retorno y nos
cruzamos con gente que realiza el descenso, incluso lo hacemos con voluntarios
que asisten a los rangers en la tarea de controlar y patrullar lo que en el
parque sucede.
A medida que ganamos altura el viento va
desapareciendo y así lo constatamos cuando llegamos montados en el bus al
mirador de Yaki Point, último punto de la línea naranja del shuttle. De lo que
hemos visto por el momento es el mirador que más nos gusta por la amplitud de
horizonte y del cañón que desde el se abarca. En el autobús coincidimos con el
hombre que hemos visto en Ooh-Aah-Point y nos confirma que madrugó mucho y
llegó hasta un punto más bajo (Cedar Rigde), pero que el viento en algunas
zonas era terrible.
Seguimos aprovechando el continuo tránsito
de autobuses de la línea naranja para deshacer el camino hacia el Visitor
Center y de paso parar en el mirador Pipe Creek Vista. Aparte de monumentales
vistas de cortes verticales del terreno que parecen ser engullidos por el
abismo del cañón, somos testigos de la temeridad de un grupo de personas que se
encaraman en posiciones cercanas al precipicio. A un grupo de japoneses, cámara
fotográfica en mano, les resulta atrayente este hecho y fijan sus objetivos en
los alocados modelos.
Somos conscientes de que rachas de tanta
virulencia ponen en duda el vuelo en helicóptero que tenemos en nuestra agenda
apenas dentro de hora y media. Aún así tenemos que hacer acto de presencia en
Papillon (una de las empresas que operan vuelos de helicóptero en el cañón). Cogemos
el coche y hacia allí nos dirigimos. El no ver ningún aparato despegando o
aterrizando no es un buen indicio y lo confirmamos al aparcar frente a las
oficinas de la empresa y ver todas sus aeronaves en tierra. En efecto, los
vuelos de hoy están siendo reprogramados para otras horas a la espera de una
mejoría de la visibilidad. Es la justificación que nos dan para que los
helicópteros no vuelen. También nos ofrecen el reembolso del importe de los
vuelos. Como nos ofrecen reprogramar para dentro de una hora y media, aceptamos
y en ese entretiempo pasamos por el McDonalds de Tusayan para desayunar algo,
que ya hace muchas horas que estamos despiertos.
Volvemos a las oficinas y nos indican que
las condiciones se mantienen y que podemos optar por las dos opciones
anteriores. Decidimos reprogramar por si hubiera suerte, para las 14.30 pm, y
así tenemos tiempo de hacer la ruta roja del shuttle que el día anterior
habíamos visto solo parcialmente. En esta ocasión podemos aparcar en la zona de
Bright Angel Lodge y descender caminando en un par de minutos hasta la cabecera
de la línea roja; una gran muchedumbre aguarda en fila a la espera del autobús.
Comienza a llover con insistencia y parece que se hace la noche con tanto
nubarrón.
Llegan autobuses desde el final de la ruta
y los conductores dejan a los pasajeros que vienen desde los distintos
miradores a la vez que explican a la gente de la parada que no van a coger
pasajeros, al menos hasta que puedan “rescatar” a todos los visitantes que
están en puntos intermedios de la ruta sin refugio ante la lluvia. Ante este
panorama mucha gente que aguarda en la parada desiste y la abandona y además la
lluvia arrecia. Meditamos por un momento, con estas condiciones los vuelos no
van a despegar, así que tampoco tenemos más opciones que esperar en la parada a
que el tiempo aclare.
Y tenemos suerte porque media hora más
tarde y tres autobuses después, deja de llover y se empiezan a abrir algunos
claros en el cielo. Llega nuestro turno e iniciamos la ruta roja; nos apeamos
en el Trailview Overlook, desde aquí se aprecia, centenares de metros más abajo,
el trazado del Bright Angel Trail, otra caminata que permite el descenso al fondo
del cañón. Como ha dejado de llover queremos experimentar lo que se siente al
caminar al borde del Grand Cañón y recorremos a pie el tramo que nos separa del
siguiente mirador, el Maricopa Point. Después de observar las distintas y
bonitas perspectivas que ofrece el mirador tomamos el bus que nos conduce hasta
Powell Point.
En este punto tenemos la fortuna de
apreciar un fenómeno climatológico que aunque sucede de vez en cuando no
resulta del todo anormal. Lo que sí es más bizarro (al menos para nosotros) es
poder divisar un arco iris completo en el fondo del Gran Cañón. Nos parece
espectacular. La ruta roja nos lleva a las siguientes paradas donde también nos
apeamos para poder contemplar distintos puntos de vista de este fenómeno de la
naturaleza. Por este orden nos detenemos en Mohave Point (desde aquí se puede
apreciar el río Colorado en su discurrir por el fondo del cañón), en The Abyss
(aquí tomamos un tentempié con unas vistas de escándalo), en Pima Point (nos
saltamos el mirador intermedio de Monument Creek Vista) y en Hermits Rest. Aquí
caminamos unos metros hasta el refugio de madera que hace las veces de tienda
de souvenirs y de cafetería y que pone finl al Rim Trail.
Llega el momento de deshacer el camino y
cogemos el bus que nos llevará hasta la cabecera de la ruta dónde aparcamos
nuestro coche; la vuelta es más rápida porque solamente para en 3 de los
miradores de la ida. Parece que el cielo quiere dar una tregua y los paños de
color azul ganan terreno a las nubes lo que hace que nos esperancemos de cara
al vuelo en helicóptero. Pero llegamos a Papillon y la respuesta vuelve a ser
la misma. Si queremos nos pueden reprogramar el vuelo, para una hora más tarde.
Miramos la sala de espera, es una mezcla de viajeros desencantados y
personal de tierra de Papillon que lucha contra la desidia y la inactividad de
la jornada. Como no hemos comido nada decidimos hacerlo allí y dar una última
oportunidad al tema del helicóptero, pero la agonía no se dilata demasiado. A
las 15.15 pm la empresa emite un comunicado diciendo que el resto de vuelos
para el día de hoy se cancelan para desánimo de todos los presentes. Lo curioso
del tema es que en el exterior se ve gran parte del cielo azul, y por el
contrario, la empresa esgrime que hay muchas nubes para poder volar; supongo que
no querrán hacer vuelos que impidan ver el cañón al completo y así evitar
quejas de los usuarios. Y además es cierto que en las pocas millas que separan
el aeropuerto del Gran Cañón el clima puede cambiar drásticamente.
El tema es que nos quedamos sin helicóptero
y aunque yo me lo tomo con filosofía (supongo que porque lo llevaba asimilando
toda la jornada) a María le sienta peor así que tengo que recurrir al tópico
que algún día puede tornarse en realidad “ya tenemos excusa para volver”.
Tratamos de ser positivos, hemos visto la parte del cañón cubierta por la línea
naranja del bus, también la de la roja. Tenemos aún varias horas de luz para
ver la Desert View, no llueve y parece que además tendremos sol. Al volver al
recinto del parque dos hileras de coches se amontonan en ambos arcenes,
nosotros hacemos lo propio. El objetivo es aproximarse y ver de cerca a varios
ejemplares de elk (también llamo wapiti) que deambulan por la zona impasibles
ante la evidente presencia humana.
Y justamente eso hacemos. Conducimos por la carretera Desert View y hacemos una primera parada en Grandview Point. El sol permite que las nubes algodonosas dispersas proyecten su sombra sobre el cañón y la morfología y colores del mismo aparentemente vayan cambiando. Todo ello conforma un espectáculo digno de ser visto. Cogemos de nuevo el coche y nos desplazamos hasta Moran Point donde hacemos otra nueva parada antes de proseguir hacia el este.
En el mirador de Lipan Point nos detenemos
para presenciar la puesta de sol. Al menos el clima nos respeta y nos da la
oportunidad de ver como el disco anaranjado se oculta tras el horizonte a
medida que sus últimos y débiles rayos bañan de colores cálidos las paredes del
cañón. En el fondo de la gran grieta vemos el río Colorado, impasible a todos
nuestros avatares sigue horadando de manera incansable el lecho por el que
fluye. Disfrutamos con calma del momento.
Con la última claridad del crepúsculo
llegamos al área de Desert View donde justo acaban de apagar la luz en lo alto
de la torre de los Anasazi, así que nos quedamos sin subir, pero tampoco nos
importa mucho. Nos acercamos al mirador para captar con la escasa luz el bonito
perfil que dibuja el cañón en este rincón, mucho menos encajonado. Abandonamos
el lugar con la visión justa para saber por dónde pisamos, parada en los aseos
y a coger el coche rumbo a Page donde pernoctaremos.
El camino, de unas dos horas, lo hacemos de
noche así que hay pocas cosas reseñables. Si acaso que vemos deambular un par
de zorros por las cunetas de la solitaria carretera y que el cansancio (nos
habíamos levantado a las 04.15 am) comienza a causar estragos. María da
cabezazos en el asiento del copiloto mientras apuro tragos de Dr Pepper en
busca de la cafeína que me mantenga alerta. Y después de una larga “travesía”
en la que las millas en el GPS apenas parecen avanzar, se hace visible ante
nosotros algo que inequívocamente nos dice que estamos cerca del destino, las
tres chimeneas de una fábrica de Page que son iluminadas por luces artificiales,
haciéndolas visibles a kilómetros de distancia.
Bastante cansados llegamos al Best Western
View Lake Powell de Page y comprobar las espaciosas, limpias y agradables
instalaciones del hotel supone una inyección de moral. Estímulo que nos anima a
acercarnos con el coche a un cercano Subway a punto de cerrar para comprar dos
bocadillos y poder comérnoslos en la habitación antes de cerrar el ojo. Por
suerte mañana el reloj no sonará a horas tan intempestivas como lo hizo hoy.
Hola! Muchas gracias por toda la información, tu blog esta siendo de mucha ayuda a la hora de planificar nuestro viaje para este septiembre 2016. Estamos viendo para reservar el helicóptero pero no se a que hora debería cogerlo teniendo en cuenta que queremos ver primero el amanecer, tal y como hicisteis vosotros, y luego el vuelo. A que hora reservasteis vosotros (aunque finalmente no tuvisteis suerte)?. Muchísimas gracias, un saludo!
ResponderEliminarHola Elena, me alegra que el blog os esté ayudando a vuestra planificación. Te recomiendo que veas horarios de amanecer (y atardecer) en esta web: http://www.sunrisesunset.com
ResponderEliminarSelecciona fechas y población más cercana (Flagsaff, por ejemplo). En función de eso sabrás a qué hora debéis estar preparados para la salida del sol. Nosotros reservamos a las 11.30 horas, por si te sirve de orientación y antes de eso vimos el amanecer y algún otro mirador del parque aparte de caminar parcialmente por alguna ruta.
Espero que tengáis más suerte con vuestro vuelo!!!
Un saludo
Miguel
Muchísimas gracias por tu respuesta y por este magnifico blog lleno de información útil!
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